“Yo creo que
fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros
somos las historias que vivimos” Eduardo Galeano
Siempre
he considerado al maestro Eduardo Galeano como un obrero de la pluma, un
trabajador tenaz, de hecho fallece un día lunes en la mañana, en pleno horario
laboral, la genialidad siempre lo persiguió. Esta noticia nos aqueja y nos
entristece muchísimo, se nos fue físicamente uno de los escritores que más
enseñanzas concretas dejó en sus reflexiones sobre nuestra realidad, la de
América Latina, fue un constante educador, el más ingenioso hombre de las
letras, siempre cultivó en sus trabajos
la reflexión y el humor con el fin de
contribuir con la construcción de un pensamiento crítico, en una ocasión
recuerdo claramente cuando la periodista mexicana Carmen Aristegui lo
entrevista y el afirma que no se considera un intelectual, porque muchos
intelectuales lo que hacen es pensar y no sentir, entonces el comprendía que
debía existir un equilibrio, se trata de asumir la intelectualidad pero orgánica.
Galeano
se transformó en una de las voces más populares de América Latina, gracias a
una obra que pasó por la ficción y el ensayo, esta última una esfera que tuvo
espacio para temas tan diversos como el fútbol y la política, quizás dos de sus
más grandes pasiones.
Hombre
comprometido, Galeano se convirtió en un referente para varias generaciones
gracias entre otros a su aclamado ensayo “Las venas abiertas de América
Latina”, en el que denuncia la explotación a la que fueron sometidos los países
de la región desde la llegada de los colonos españoles; defensor de las causas
justas, siempre aplaudió las reivindicaciones sociales profundizadas desde la
Revolución Bolivariana, siempre sintió una gran admiración por el comandante
Chávez y por todo el ideal que él representaba.
Ser
escritor no fue el primer destino de Eduardo Hughes Galeano, nacido en Montevideo
el 3 de septiembre de 1940. Su primera aspiración fue el fútbol, que lo
describía como una fiesta (a este
deporte le dedicó dos libros y miles de minutos de su vida),. Después vendrían
las ganas de ser pintor, dibujante, “de ser Picasso”, decía. De hecho, su
primera publicación no fue un artículo periodístico ni un cuento, sino una
caricatura política a sus catorce años en el semanario El sol del Partido
Socialista, desde ese momento comenzaría su caminar entre miles de
publicaciones. Las Letras llegarían unos (pocos) años más tarde, de la mano de
la prensa gráfica: primero como editor en el semanario Marcha, más tarde a
cargo de la dirección del diario Época, cuando tenía 24 años.
Sin
embargo, la vocación por la ficción apareció enseguida: en 1963 publicó Los
días siguientes, una novela corta a la que más tarde juzgaría como “bastante
mala” pero que sirvió de puntapié inicial para su camino literario, que luego
contaría con títulos entre los cuales se destacaron, por sobre todos, Las venas
abiertas de América Latina, de 1971 y la trilogía Memoria del fuego, publicada
entre 1982 y 1986.
La
historia de Latinoamérica, que intentó narrar sobre todo en esas dos ocasiones,
fue una de sus obsesiones: “Probablemente no haya región en el mundo que
contenga tantas maravillas escondidas como América Latina”, sostenía. Sobre Las
venas…, que recorrió el continente en la espalda de miles de mochileros y que
el presidente venezolano Hugo Chávez le regaló a su par estadounidense Barack
Obama en 2009 haciéndola subir 60.275 lugares en el ranking de los libros más
vendidos de Europa hasta llegar al quinto puesto, Osvaldo Bayer dijo: “Muy
pocos autores latinoamericanos entraron tanto, en cuanto a política, historia y
sociología, como entró Galeano; si en Europa se conocen los problemas de la región
entre la intelectualidad y el estudiantado es por su libro”.
Escribió
la obra entre los 27 y los 31 años, y se convirtió a través de ella en un
referente de la izquierda regional, aunque prefirió nunca identificarse
directamente con un partido, sino con el socialismo. Su libro, del que en 2011
se manifestaría “muy orgulloso” pero diría también “me pesa como un ancla
porque marca un estándar que me siento obligado a alcanzar una y otra vez” le
valdría la lamentable censura por parte de las dictaduras uruguaya, chilena y
argentina durante los años setenta. Llegaría al mismo tiempo el exilio de su
país, al que definió habitado por “tres millones de anarquistas conservadores:
no nos gusta que nadie nos mande, y nos cuesta cambiar”.
Eduardo Galeano siempre vivirá en sus letras, pero siempre extrañaremos
su verbo aguerrido que irrumpió con fuerza en el debate de los pueblos menos
privilegiados, es cierto “el dolor se dice callando” pero es nuestra misión
recordarte, mantener viva tú memoria, esa memoria que tanto defendiste; jamás
claudicaremos maestro, seguimos firmes en este camino con la convicción de ser
libres.
Emilio Pino Salinas
No hay comentarios:
Publicar un comentario