miércoles, 4 de septiembre de 2013

UNA NOBLE SOLIDARIDAD!




       Cuando estaba en el bachillerato (específicamente en el Tercer año), en aquel colegio “San Luis Rey”, nos llego un nuevo profesor de Física, en la mitad del segundo lapso. Era un hombre robusto, calvo y siempre usaba corbata; antes de entrar al salón de clases, tenía el aspecto de un Hombre solitario, una especie de nerd atormentado por su propio intelecto, siempre sacaba de su maletín viejos libros y periódicos. Era un personaje nuevo para nosotros, su imagen la asumíamos como  esas piezas extrañas que se encuentran en los museos, pero que resultan ser las más atractiva y fascinante para el público. 

            Aquel Profesor de Física, cuando entraba al salón de Clases, parecía ser otra persona, hablaba sin parar, nos contaba miles de anécdotas referente a sus años como estudiante y profesor universitario, nos contaba chistes, nos habla de cine, nos recitaba poemas antiguos,  nos relata sus viajes por otro países y nos Habla de Física: la angustia de Albert Einstein, las leyes básicas que gobiernan el universo estudiadas por Stephen Hawking, el juicio contra Galileo Galilei por herejía, el “Cogito ergo Sum” “Pienso luego existo” del obsesivo René Descartes  y otros hechos históricos de la Física. Tenía una capacidad extraordinaria de narrar historias, acompañadas de perfectos sonidos y exagerados gestos. Pero de vez en cuando los  fantasmas personales del Profesor salían a relucir en el medio de la pizarra y de interminables horas sentado en un oxidado pupitre, sin duda era un adulto, un Hombre atormentado ¿y nosotros? adolescentes preocupados por el Beisbol o por Los Capítulos de Dragon Ball Z (Goku salvo al mundo) o los juegos maratónicos de Súper campeones.  

            Un día aquel Profesor nos confesó que su Esposa  sufría de un terrible Cáncer, y estaba en la etapa de quimioterapia, como consecuencia de dicho tratamiento perdió su cabello, por lo cual El Profesor junto a sus hijos decidieron también cortarse el cabello. Recuerdo que llegue aquel día a mi casa, totalmente conmovido por dicha confesión, le cuento a mi madre  la Historia  y ella con una calma y serenidad impresionante me dijo: “Lo que hizo tu Profesor, solo tiene un nombre: Una Noble Solidaridad”. 


            Emilio Pino Salinas.


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