TODO POR LOS NIÑOS
Fue en
la Plaza Bolívar de Villa de Cura, cuando pude ver por primera vez al “Caballo
de Hierro”, el “Pluto”: Roberto Muñoz, tal vez yo tendría once o doce años de
edad. El beisbol era mi absoluta pasión, mis héroes se asomaban entre bates,
lanzamientos rápidos, robos de base; y siempre ese pasión estuvo conducida por un
equipo: Los Tigres de Aragua, sufría sus derrotas, celebraba sus victorias,
anotaba los juegos y sobre todo rememoraba sus viejas glorias: Rod Carew, David
Concepción, “Chalao” Méndez y Roberto Muñoz.
Todavía recuerdo la imagen de
Roberto Muñoz: Un Hombre mayor, alto y flaco, luciendo ropa deportiva y una voz
grave casi incomprensible; la leyenda viviente del beisbol nacional: El primer
lanzador que logro completar más de 50 triunfos y 50 salvados dentro de la liga
(además se les incorpora a lista: Giovannì Carrara y Luis Aponte) abridor y
cerrador efectivo, el Dennis Eckersley de Venezuela. Fueron 17 años de carrera
con diferentes equipos: El Valencia, Llaneros de Acarigua, Navegantes del
Magallanes, Tigres de Aragua, Cardenales de Lara y Leones del Caracas. En el año
de 1967, se convirtió en el venezolano número 13 en las Ligas Mayores, con los
Atlèticos de Kansas City, y la necesidad lo hizo madurar y firmar un contrato
profesional, por una causa noble “Empecé a jugar beisbol porque el hambre y la
necesidad de mi familia me obligaron a firmar un contrato profesional”. El
“Pluto” nunca olvido su origen humilde y esos acontecimientos que marcan la
vida “Limpie zapatos y maneje bicicleta repartiendo cosas para costear mis
estudios”. Un dato muy particular en su carrera en las Grandes Ligas, fue que
debió usar su segundo apellido Rodríguez
por la inexistencia de la “ñ” en el Ingles.
Recuerdo que llegue a estrecharle la
Mano a David Concepción (en San Francisco de Asís y en Magdaleno) pero el
recuerdo, la ilusión de haber conocido a Roberto Muñoz, siempre fue más grande,
mas especial para mí (aunque el Rey David es el Rey David).
La última vez que vi a Roberto, fue
en Magdaleno, sentado en la esquina de una acera, me acerque con un grupo de muchachos
para que nos diera autógrafo y con una enorme sonrisa expreso “Claro que sí,
Todo por los Niños”.
Gracias a Dios y a la vida por darme
la enorme dicha de haber conocido al lanzador más temible del beisbol
profesional venezolano, Roberto Muñoz: El Caballo de Hierro.
Emilio Pino Salinas
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